Numero 33 Registrazione al tribunale di Roma N° 3/2004 del 14/01/2004

Pueblo imaginario.

Por Samuel Jiménez Moraga

 

Somos los paladines del Libre Mercado y defendemos a ultranza la libertad económica y de emprendimiento, colocándole inclusive rango constitucional. Sin embargo somos extremadamente conservadores en temas atingentes a las libertades individuales, especialmente en temas que tienen que ver con la vida, tales como aborto, “píldora del día después”, eutanasia, donación de órganos e investigación con “células madres”. Este problema entre libertad económica sin libertades personales, ya lo han enfrentado en su momento distintos gobiernos, siendo el más emblemático el de Margaret Thatcher (Inglaterra) y en todos ellos esta dicotomía ha sido superada.

Al parecer estos temas de la vida, chocan con distintas concepciones filosóficas de quien puede o debe decidir dar o quitar la vida. ¿Es Dios?, ¿La Sociedad?, ¿el individuo?. Múltiples respuestas existirán, dependiendo del credo religioso o filosofía de vida que posea cada uno de nosotros, el punto es ¿la actual legislación representa a la mayoría de los chilenos?, ¿qué es lo que piensa la gente a este respecto?, ¿se dan los espacios para la reflexión en estos temas?, ¿existen las instancias para que las mayorías puedan hacer valer su postura?, o ¿son unos pocos quienes deciden la posición de Chile?.

En algún momento se pensó realizar un plebiscito en uno de estos temas, sin embargo, finalmente esta idea no prosperó. Ello no implica que no se avance ya que al igual como ha ocurrido en el resto del mundo, más temprano que tarde, podremos cada uno de nosotros decidir sobre nuestra vida.
Miles de leyes dan cuenta de las formas correctas o de lo que algunos denominan el “deber ser”; en representación de los ciudadanos, los parlamentarios deciden lo que nos conviene. Aunque efectivamente diputados y senadores son electos por la ciudanìa, no es menos cierto, que existe un espacio de intereses que finalmente separa al pueblo de lo que se supone son sus representantes y las definiciones se hacen en espacios que no consideran la participación popular.

La mayoría de los parlamentarios, de nuestros legisladores, no tienen relación con las mayorías sociales que constituyen nuestra sociedad. Productores, trabajadores del campo y la ciudad, pobladores; no tienen participación directa, no se encuentran representados como tales, salvo algunas excepciones que se han dado en los menos de 200 años que tiene el país.

Predomina la idea de que para ejercer como autoridad es necesario saber y tener conocimientos o posiciones sociales superiores a las que poseen las mayorías sociales.
Los partidos, presentan a los candidatos y el pueblo actúa sólo como elector.

Las organizaciones intermedias, los gremios, sindicatos, federaciones, colegios profesionales, etc.; por lo general carecen de los medios y los apoyos para hacer sus aportes de ideas y formas de entender, resolver y construir la arquitectura de los tiempos que vienen.

Esa realidad, que niega y excluye, impide que la libertad libere y que la igualdad sea posible, somos una “democracia” que vive con un pueblo imaginario.